Las óperas de Semiramide

Si ha existido un personaje de la Antigüedad que haya gozado de mayor fama en toda la historia de la ópera y cuyo mito, alimentado por las numerosas crónicas de todas las épocas, fue capaz de seducir a multitud de compositores en la Italia de los siglos XVIII y XIX, ése es sin asomo de dudas el de Semiramide, la reina de Asiria durante el siglo IX a. de C. Por este motivo, una infatigable buscadora de tesoros musicales ocultos como es la mezzosoprano italiana Anna Bonitatibus, rinde su personal homenaje discográfico en Deutsche Harmonía Mundi (marca de Sony Classical) a una de las más temidas y admiradas reinas de la historia antigua con este singular recorrido por algunas de las óperas que llevaron en su título el nombre de la primera Reina del Oriente.
Esa voluntad investigadora de la mezzo italiana le lleva a diseñar un trabajo de gran calado musicológico e histórico donde el rigor documental salta a la vista desde el primer momento en que se hojean las páginas del lustroso libreto de este doble CD, donde hallamos en los tres idiomas acostumbrados un exhaustivo relato sobre el mito, la leyenda (debidos a la propia Bonitatibus) y un recorrido por la música de Semiramide, los ejemplos operísticos alumbrados a lo largo de la historia de la música fruto de la inspiración nacida hacia este fascinante personaje histórico, revestido con el hábito de la mitología y la leyenda. Al margen de los artículos, el libreto está preñado por doquier de bellísimos grabados pictóricos e iconográficos que ilustran con vivo realismo escenas y momentos de la vida política y sentimental de la reina, así como cantos y poemas de diferentes épocas que sirven como loa o epitafio a su memoria.
El presente trabajo tiene un especial valor de primicia, ya que la casi totalidad de las arias y escenas que ha seleccionado cuidadosamente la mezzo italiana se ofrecen en primera grabación mundial, y sólo una de las arias de la única ópera que milagrosamente se ha salvado del olvido y que ha conseguido saltar débilmente al repertorio de los coliseos líricos mundiales, la Semiramide de Gioachino Rossini (aunque sólo haya sido por su inspiradísima y vibrante obertura), se anuncia como el estreno mundial de su versión histórica, concretamente de la célebre cavatina “Bel raggio lusinghier”. Como excepción que confirma la regla en todo este abanico de primicias encontramos el recitativo e canzonetta con coro “Più non si tardi… Il piacer, la gloria ascenda” de la Semiramide previa a la exitosa de Rossini, la del cultivador de la grand-opéra Giacomo Meyerbeer, donde el evocador solo obligado de arpa con que se inicia nos introduce de manera inmejorable en el clima regio de la corte.
A pesar de que las primeras Semiramides en ópera datan aproximadamente de mediados del siglo XVII, el viaje que propone Bonitatibus a través de casi exactamente un siglo de visiones operísticas comienza en 1724, fecha del estreno de la Semiramide regina dell’Asiria de Nicola Porporay de la Semiramide in Ascalona de Antonio Caldara, del siguiente año. Para completar ese círculo de cien años, es en 1828 cuando nuestro compositor y afamado tenor Manuel García, padre de la Malibrán, da broche de oro a estos relatos operísticos por los ámbitos guerrero y sentimental de la Signora Regale, con el enervante recitativo y posterior aria “Già il perfido discese… Al mio pregar t’arrendi” de su Semiramis estrenada en la capital mexicana. Entre medias, aguardarán las aportaciones operísticas de una significativa pléyade de compositores italianos del siglo XVIII (sin duda el siglo por antonomasia de la reina asiria), unos más afamados que otros en cuanto a hacer preservar el mito de Semiramide en la gran ópera italiana: Niccolò Jommelli, Andrea Bernasconi, Tommaso Traetta, Giovanni Paisiello, Francesco Bianchi, Giovanni Battista Borghi o Sebastiano Nasolini.
Pero lo que podría resultar francamente imprevisible para el melómano es el hecho de que el mismísimo Händel también contribuyera a realizar su escueta aportación en este maremagnum de Semiramides dieciochescas con una de las arias (“Fuggi dagl’occhi miei”) para el pasticcio (subgénero operístico del XVIII que se nutría de la participación de varios compositores) de Leonardo Vinci, basado en el manoseado texto de Metastasio Semiramide riconosciuta, que Bonitatibus ofrece como perla final del doble compacto.
A través de estas 15 arias que recorren el mismo, el oyente asistirá casi sin respiro a una variada expresión de profundos sentimientos que probablemente experimentara durante toda su agitada y tormentosa existencia una de las más legendarias monarcas femeninas de la historia antigua, desde sus distintos papeles como esposa, madre y sobre todo, reina guerrera, a la hora de alentar a sus ejércitos al combate para reprimir la rebelión sufrida en Babilonia.
Bonitatibus ha hecho completamente suya la regia y señorial caracterización del personaje. La mezzo italiana exhibe un timbre de notable morbidez y una espléndida técnica vocal por medio de su limpieza de fraseo y su vibratto ligero y flexible. Su admirable seguridad afrontando el ornamento, la coloratura y los distintos registros expresivos de cada Semiramide llevan a erigir a esta cantante como una de las más firmes exponentes del star system operístico liderado por su compatriota Cecilia Bartoli en cuanto a la interpretación de ópera barroca italiana se refiere.
El apoyo instrumental de la cantante se sustenta sobre el conjunto con instrumentos de época Academia degli Astrusi, que liderado por Federico Ferri sigue una interpretación de óptica historicista tanto de la ópera del XVII como de la incipientemente romántica del XIX. Un ejemplo lo encontramos en la Danza no 2 de corte clásico de la Semiramis de Charles Simon-Catel. Las voces de la Stagione Armonica sólo aparecen en el segundo compacto acompañando a Bonitatibus en las escenas de las óperas de Nasolini, Meyerbeer y Rossini.